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La comunicación de los padres con un hijo adolescente puede ser complicada; con frecuencia los adolescentes son desconfiados para acercarse a sus padres. Y los padres tienen dificultad para crear confianza con sus hijos o saber si están teniendo algún problema fuera de casa.

Es un periodo de transición para ambos donde el adolescente ya no es más un niño pero aún no tiene la madurez suficiente de un adulto.

Las emociones también viven los estragos de esta etapa y los adolescentes con poca frecuencia las expresan, regularmente las actúan antes de siquiera identificarlas.

Por ejemplo al vivir un episodio de depresión es común que tengan actitudes de rebeldía, irritabilidad o aislamiento y no decir “me siento triste”.

Por lo tanto un adolescente pocas veces es capaz de expresar sus emociones de forma clara y la depresión puede enmascararse ante actitudes evasivas como abandono escolar, bajas calificaciones, pérdida de interés por hobbies, rebeldía, consumo de drogas, bulimia o anorexia.

Es implorante que los padres identifiquen los cambios en las conductas habituales de sus hijos y cuando esto pase acudir con un especialista en psiquiatría que pueda descartar depresión.